Lamina es el nombre de una chica con la que he soñado hoy. Lamina, que no lámina; tiene el acento en la i. He comprobado en Google que ese nombre ni existe. El caso es que Lamina representaba todo lo que yo no soy. Yo estaba con ella, y con otras personas tampoco escogidas al azar. Pronto nos quedamos solas en aquella ciudad imaginaria donde ibas en un taxi muy lento y que te daba el viaje haciéndote sentar en el techo. Salíamos corriendo, hacia una especie de parque grande y bonito, como lo es El Retiro, pero no era ese. Ella me acompañaba hasta que encontrábamos a aquellas personas; eran antiguos amigos míos, no excesivamente importantes, pero que realmente marcaron una época de mi vida que hace mucho que pasó. Una de esas personas rodeaba con su brazo a alguien a quien rápidamente identifiqué y saludé: Hola, yo del pasado. Tras decirle eso, me asombré, pues tenía a mi yo del pasado sentada frente a mí, en un soleado banco, rodeada de amigos que se la quieren beneficiar claramente. Entonces, esas personas se transformaron en mi familia, y una verja negra surgió del suelo, justo donde yo estaba, y me cortó el paso. Al otro lado estaba Lamina, que es una chica segura de sí misma, guapa, inteligente, querida y feliz. Mi familia hablaba con ella alegremente mientras yo era mera espectadora y mi yo del pasado me miraba como diciendo: ni eres mejor que yo, ni mejor que ella. Y no podía hacer otra cosa que ver lo que ocurría delante de mis ojos, e intentar impresionar a Lamina, la cual ya me había impresionado a mí y a todos los que me importaban. Y me di cuenta de algo que en realidad ya sabía: Lamina lo es todo para mí. Es lo que persigo. Y, desgraciadamente, esa chica no se llama en realidad Lamina, y lo sé porque tenía el aspecto de alguien a quien ya conozco que no se llama así. Pero existe. Sé quién es. Es alguien real. Y eso me llena de dolor, porque si alguien así existe, ¿por qué yo no puedo ser como ella? Nunca podré ser esa persona, básicamente porque no soy esa persona.