domingo, 4 de septiembre de 2011

Sexo y muerte


Son las 4 de la madrugada de un día no demasiado veraniego, y por azares del destino me encuentro buscando sexo en las canciones. Pero brota, como siempre, ese pensamiento tenebroso junto a ese sentimiento de miedo y tristeza. En los últimos meses he tenido ciertos problemas físicos que, junto a frases desafortunadas de médicos y mi hipocondríaca imaginación, me han hecho sentir que no me queda más de lo que queda de año para que llegue mi hora. Cuando lo siento en mi interior, pasan diferentes cosas según el momento: puedo llorar, puedo sentirme desesperanzada, asustada, aterrada ante la larga y dolorosa muerte que voy a sufrir; o también puedo sentirme tranquila ante el inminente destino. Me resulta preocupante sentir esto último, porque no soy muy partidaria de la muerte, es más, es algo que literalmente no soporto. Entonces, empiezo a entender por qué no parece importarme morir pronto.
Llevo años y años temiendo el momento en el que alguien a quien quiera, muera. Desgraciadamente, hace casi un año eso ocurrió, y aun sigo sufriéndolo, aunque el dolor ha ido cediendo poco a poco. Pero sé que lo peor está por llegar, porque aunque este hombre fue muy importante para mí, no es comparable a otras personas de mi vida sin las que no soy nada. Lo peor está aun por llegar. Me imagino aquí, en mi salón, sin poder dejar de llorar, sin poder levantar la vista de un punto fijo y oscuro del cojín del sofá en el que he hundido mi rostro húmedo. No sabría cómo enfrentarme a la vida tras algo así.
¿Entendéis ya por qué morirme me tranquiliza? Porque cuando esté muerta, el trabajo de preocuparse de mi muerte y del resto de muertes les tocará a otros.
Soy lo peor, pero cuando esté muerta me dará igual haber sido mejor o peor.


PD: No es normal que no uno, sino DOS médicos te digan que tu temblor en el párpado puede ser síntoma de una enfermedad cerebral, ¿verdad? Y esto último lo digo para que comprendáis que mi paranoia no me la he construido yo sola.

PD2: Body Language, de Queen.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Viento negro, luna blanca...


Viento negro, luna blanca.
Noche de Todos los Santos.
Frío. La campanas todas
de la tierra están doblando.
El cielo, duro. Y su fondo
de un azul iluminado
de abajo, al romanticismo
de los secos campanarios.
Faroles, flores. Coronas
-¡campanas que están doblando!-
... Viento largo, luna grande,
noche de Todos los Santos.
... Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
quiero que me quieran; hablo
a todos los que me han hecho
mudo, y hablo sollozando,
roja de amor esta sangre
desdeñosa de mis labios.


Juan Ramón Jiménez.